Capítulo II
Nuestro protagonista sigue creyendo en las bondades del nuevo gobierno. Sin embargo, aparecen las primeras perplejidades.
“Día 60. Siguen las discusiones acaloradas por todas partes acerca de las propuestas del nuevo Presidente, César Augusto García Tejedor. Entiendo que la resistencia de las minorías oligárquicas –como se les ha llamado- sea férrea; tienen mucho que perder. Por eso se dice que sin una reforma radical al sistema de justicia, el proyecto alternativo de país no podrá tener éxito. Sin embargo, me preocupa que estemos pagando los justos por los pecadores; por ejemplo, tanta discusión ya se ha traducido en varios ajustes al tipo de cambio (o devaluaciones, como les llaman maliciosamente los enemigos del gobierno) y en que casi todo suba de precio, mientras los salarios se están quedando atrás. El aumento extraordinario de salarios decretado por el gobierno es insuficiente ante la voracidad de los comerciantes (¿será sólo la voracidad?)…
“Día 65. Mi hijo Alberto ya se quedó sin empleo. Después de cinco años de trabajo le dieron las gracias y su liquidación ‘de ley’. La justificación para su despido es que la empresa no puede mantener la plantilla de trabajadores que tenía y le echan la culpa a los ajustes en la moneda. Le digo que son maniobras típicas del capitalismo ante un gobierno de izquierda. Alterado, mi hijo me respondió que me guardara esos “rollos” porque con eso no va a comer su familia. Según él, la culpa la tiene el gobierno de García que espantó a los inversionistas y que encareció las cosas al provocar la caída de la moneda. Me he quedado callado porque supongo que Alberto dice tales tonterías debido a su agobio. Veré cómo le ayudamos.
“Día 86. ¡El pleito que se ha armado entre el gobierno y la derecha! Contra García Tejedor se están aliando todo tipo de intereses nefastos: legisladores que se oponen a las leyes de emergencia, jueces que le han dado un amparo al gobernador de banco central para que no sea destituido y para que se declare inconstitucional la iniciativa de ley que regresaba las riendas del banco central –que es el corazón de la economía- a donde deben estar: En manos del gobierno y del Presidente. Ya se sabe que la autonomía del banco central fue un cuento de los neoliberales para cuidar sus intereses. Por supuesto, han surgido todo tipo de versiones y rumores malintencionados, por lo que el gobierno anunció que supervisará los medios informativos para evitar la propagación de bulos y mentiras antinacionalistas. ¿Eso va contra la libertad de expresión? No. Como bien lo explicó García Tejedor: La libertad de expresión no debe confundirse con el libertinaje que pone en riesgo el bienestar de millones de ciudadanos. Hay que recordar que ha sido esa proliferación de informaciones tendenciosas y alarmistas las que han precipitado, en gran medida, la actual crisis económica”.
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