Capítulo XI
Tras una larga interrupción, el protagonista reanuda su diario. Renacen algunas esperanzas, pero siguen las perplejidades.
“Día 203 después de la victoria. He interrumpido durante un par de meses estas anotaciones personales. Lo hice porque detecté que estaba usando este diario como una suerte de coartada para mis confusiones y falta de compromiso revolucionario. Me produjo una repulsión natural, instintiva, saber que mi hijo, en cierta forma impulsado por mí, trabaja en uno de los programas (el de la expropiación o donación forzosa de tierras) menos presentables del nuevo gobierno. No tengo nada en contra de que se haga justicia, incluso de que se haga justicia de forma expedita y sin miramientos. Tampoco voy a negar, como hacen muchos reaccionarios, que detrás de algunas grandes fortunas de nuestro país están terribles historias de acaparamiento de tierras por parte de una clase privilegiada y ciega frente a la miseria de las mayorías. Lo que me repugna (tachado en el original)…Lo que me inquieta es el método, ya que propicia la creación de una nueva casta –la de los profesionales del reparto revolucionario – de vividores de la política, que se están haciendo inmensamente ricos con el procedimiento.
“Mi propio hijo, Alberto, ha multiplicado por diez los ingresos que, antes del gobierno de García Tejedor, recibía como simple empleado en una empresa privada. Las comisiones que percibe por cada expropiación o donación forzosa que promueve son, en números absolutos, impresionantes. Es tan afortunado que insiste en que es hora de que me jubile y descanse de mi rutinario trabajo de burócrata (trabajo que, por cierto, se ha vuelto un tanto absurdo porque nuestros estudios o análisis, buenos o malos, carecen de sentido dado que la asignación y construcción de obras públicas se ha vuelto completamente discrecional y no depende de nosotros, oscuros empleadillos públicos a quienes se nos califica en ocasiones de residuos del antiguo régimen)…No sé, la propuesta del retiro es sumamente atractiva y, a la vez, repugnante. ¿Será un problema generacional?, ¿estoy buscando argumentos para oponerme a reconocer que soy un viejo desplazado por los jóvenes?…No lo sé.
“De ninguna manera deseo convertirme en un viejo amargado y derrotista que se opone a todo, simplemente porque él no es protagonista de estos nuevos tiempos y que, por una condición totalmente azarosa, le ha tocado el llamado a retiro. Tampoco quiero abjurar apresuradamente de mis convicciones de años y que creí ver satisfechas con el triunfo de García Tejedor…
“Pero quiero seguir siendo libre para juzgar lo que veo con mis propios ojos, no de acuerdo a un catecismo impuesto. Y no veo cómo podremos construir la justicia con la que soñamos con la suma de pequeñas o grandes injusticias que seguimos cometiendo a diario, con el pretexto de que estamos haciendo la revolución”.
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